martes, 4 de julio de 2017


A favor de Vimeo.com, no tanto de YouTube, y menos aún de las Redes Sociales
Julián Álvarez. Barcelona, julio 2017.


Me explico. El portal Vimeo.com aparece en noviembre 2004 y YouTube en febrero 2005. Desde entonces -2004/5- Vimeo es el portal en el que deposito mis producciones audiovisuales que suman a día de hoy algo más de 150 vídeos, según mi terminología, o películas según la de los jóvenes realizadores. Vídeos, o películas de “autor(no-comerciales ni de encargo) que van de los 3 a los 50 minutos: del experimental a la ficción, pasando por el documental, el vídeo-arte, la vídeo-danza, la animación 3D, y el egoMovie. Pero he desestimado YouTube para alojar mis producciones precisamente por su principal virtud, y a la vez defecto como contenedor de productos audiovisuales, ser el portal más accesible, menos exigente, y por tanto más popular.

En febrero 2010 inicié con la etiqueta Canal IDIOTA el envío quincenal, a los amigos y conocidos de mi libreta de direcciones (unas 600), el enlace directo y sin contraseña ni peajes de ningún tipo a un contenido de mi video-filmografía en Vimeo.com. Pero NO he pretendido con Canal IDIOTA una difusión viral a través de Internet, y no he pedido a esos amigos y/o conocidos que a su vez hiciesen de “vocero” ocasional de mis vídeos y/o películas. En consecuencia el alcance de esos mailings (en copia oculta/cco) se ha limitado a los titulares de los correos de mi agenda personal. En general tiendo a No ver esos vídeos virales que por curiosidad todo el mundo ve porque son noticia, y viceversa.  

La experiencia de Canal IDIOTA duró un año, pero ya son casi trece [2005-2017] y muchos los títulos propios alojados en: www.vimeo.com/zapatodeartista. Desde entonces los titulares de esta libreta han sufrido el irregular bombardeo de mis correos con el enlace a un nuevo vídeo, o artículo en pdf. Parece un contrasentido renunciar a la difusión viral en Internet, pero por experiencia conozco el alcance de interés que suscitan contenidos que carecen de los ingredientes básicos para ser populares en la Red: brevedad, ocurrencia, y buena dosis de idiotismo. No sé cuántos de los destinatarios en realidad se detienen a visionar mis vídeos (demasiado largos y nada divertidos), imagino que no más de un 8-10% siendo generoso conmigo mismo, lo cual tiene una explicación lógica, la edad media de los receptores puede rondar los 50, la mayoría profesionales con poco tiempo disponible para entretenerse con asuntos ajenos; otros muchos ya me conocen y saben lo que pueden esperar de uno...

En 1999 publiqué el CD-Rom interactivo que titulé con el verso del poema “Conjuro” de F.G. Lorca: “As de bastos. Tijeras en cruz”. Obra interactiva y multimedia empaquetada en un llamativo pack-acordeón de 9 cuerpos, una de las obras interactivas más avanzada del panorama nacional que se presentó en la Feria de Arte Contemporáneo ARCO’99 (Madrid). Para la promoción y venta on-line del CD-Rom creé entonces -1999- quizás la primera tienda virtual (PTV) de “autor” en España. Tienda con todos los avances técnicos, requerimientos legales, y protocolos de seguridad SET (Secure Electronic Transaction) de los bancos para las transacciones de pago y cobro por Internet. La Caixa y Banesto fueron las primeras entidades en ofrecer este servicio que utilicé con la marca “ecce-homo multimedia”. Como realizador la inversión en aquel “máster-a-mi-medida” fue una experiencia muy enriquecedora, pero como productor un rotundo fracaso económico.

En 1999 la difusión viral remitía a los “virus” que se propagaban por la red para dañar los ordenadores. Todavía no se había convertido en el actual “guirigai” patio de vecinos. En aquel prematuro Internet la pretensión de vender el novedoso CD-Rom era, por diseño y contenido, un anacronismo destinado a fracasar. El producto puesto a la venta hubiese podido llegar a miles de interesados ¡decenas de miles quizás!, que sin duda existían agazapados en la Red. ¿Cómo llegar a ellos? Por supuesto con una millonaria campaña publicitaria en los media, encargada a una agencia especializada que aconsejaría cambiar el título, también la imagen de portada, y quizás el diseño para hacerlo más comercial. Pero en tal caso los ingresos por las hipotéticas ventas no compensarían los costes de la campaña, al no estar en correspondencia los objetivos económicos con la propuesta alternativa y experimental del CD-Rom en sí. Si no eres previamente reconocido, o famoso, al que los demás buscan de motu proprio, es como si no existieses, y tu producto tampoco.

Hoy es opinión generalizada que se puede vender cualquier cosa en la Red, y es cierto. Lo que no es seguro es que merezca la pena y compense el esfuerzo y dedicación. Como en cualquier otro sector comercial, la coherencia entre lo que ofreces, cómo, dónde, cuándo, y en qué condiciones, es imprescindible para acertar con tu clientela potencial. Pretender una difusión masiva o viral para algo que nadie reclama ni te ha pedido (si no eres famoso, reconocido, o imprevisible “suceso medial”), que además no es breve ni ocurrente es, en fin, una incongruencia que sólo puede llevar al fracaso. Internet es un medio poderosísimo, del que me he servido prácticamente desde su aparición a mediados de los ’90, con gran provecho como profesional de la gestión docente, y del que desde entonces me sigo sirviendo como creador de contenidos, pero en relación a mis vídeos y/o películas, renuncio a sus hipotéticos beneficios virales y me atrinchero en juliansite.com, con expositor personal abierto al público en  vimeo.com/zapatodeartista.

“¿Dónde va Vicente…?,  ¡donde va la gente!”.
Con la aparición y desarrollo (a principios del 2000) de la Web 2.0 fui, muy al inicio de las redes sociales, usuario de Facebook y Linkedin, pero desde hace años no las utilizo y nunca he sentido interés por el telegráfico Twiter. Para comunicarme sigo prefiriendo el tradicional e-mail, que me permite pensar lo que escribo sin necesidad de abreviaturas ni emoticons. Tampoco hago uso del inevitable WhatsApp que todo el mundo utiliza, y mis amigos me insisten en que yo también debería. Dispongo de un Smart Phone de última generación, pero únicamente utilizo un 8-10% como máximo de sus prestaciones. Por supuesto un conocimiento del 80-90% sería mejor y me convertiría en un experto, pero en detrimento de lo que actualmente hago y realmente me gusta. El saber ocupa lugar...

Desde hace años mantengo activo el Blog personal El rincón del iconoclasta” para publicar textos y artículos que primero reenvío a amigos y conocidos de mi agenda personal. Pero no tengo disponible un argumentario razonado que explique o justifique mi rechazo injustificado a las redes sociales, como tampoco lo tengo para desaprovechar las oportunidades de Internet, así que me protejo de las razonables críticas asumiendo la etiqueta de Idiota (con causa). Puede que tanta oferta de apps, productos aparentemente inócuos para satisfacer la demanda generalizada de opaca sociabilidad en las redes, me predispongan a recelar de tanta unanimidad y a recular a posiciones menos expuestas a las bondades de las redes sociales. O puede que simplemente sea porque uno ya es mayor y no pretende evitarlo ni esconderlo. Por lo demás, el ordenador personal lo empleo para producir contenido, en general vídeos y textos que terminan depositados en “zapato de artista”, o “el rincón del iconoclasta”, pero apenas dedico tiempo a navegar por la Red. En más de 20 años como usuario de Internet nunca he tenido necesidad, ni interés, por bajarme ni una sóla película o música. Eso ya lo hacen otros, a los que recurro cuando muy de tarde en tarde lo necesito, pero no desapruebo que otros lo hagan.

Con la edad me he convertido en “adicto-a-callar”, o a llevar la contraria (¡un contrariador!). Una patología si se quiere infantiloide que me preserva de los incuestionables “lugares comunes” (el derecho a decidir es de los más recientes y cuestionables). Adicción paradójica, un tanto esquizofrénica que, como digo en “autoRetrato Redundante” (2005), “la defiendo porque me alimenta creativamente, y me mantiene alejado de las posiciones cómodas y conservadoras que aporta la integración”. Últimamente se habla y escribe mucho de lo vigilados y controlados que estamos por medio de los perversos algoritmos y proxis que Google, Facebook y otros utilizan para conformar nuestro perfil como rentables consumidores. No estoy preocupado por mi perfil en Google (es posible que ni me considere) y tampoco por preservar mi intimidad, que valoro relativamente, pero Sí me preocupa, y mucho, preservar mi “independencia de criterio”, cada día más acorralado y sometido a las dictaduras simplistas de los diversos “pensamientos únicos” que impulsan a diestra y siniestra los mediáticos opinadores y viralizan sus voceros.

No comparto el temor obsesivo de estar viviendo vigilados en un orwelliano estado policiáco, como si a estas alturas del progreso tecnológico pudiera ser de otra forma. Si se quiere ser y estar en el mundo a través de las redes, apechuguemos con los inconvenientes. Yo mismo, con este texto, debo esperar muchas más críticas que elogios, pero no espero exabruptos por parte del escaso centenar que, acaso y con suerte, lleguen al final de este artículo. Por éstas, y otras razones que se me escapan, voy a contrapelo del podemista progreso social, y renuncio a unirme al pelotón que abandera el Sr. Vicente (¿?). Prefiero hacer mi propio e inconveniente camino, que me aleja de unos y otros grupos sociales, pero me acerca más a las personas en singular.  

Julián Álvarez. Barcelona, 2 de julio de 2017.

portal web: www.juliansite.com
portal vídeos/películas: www.vimeo.com/zapatodeartista

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