lunes, 20 de enero de 2014


ADIOS BARCELONA, ADIOS CATALUNYA
Carta abierta a amigos, conocidos y catalano-parlantes en general [2da parte].
Anomalía de un leonés en Barcelona.

Soy leonés y vivo en Barcelona desde 1975. En el 2005 se presentó en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona [CCCB], en el marco del Primer Flux’05 [Festival de Vídeo de Autor] el egoMovie “autoRETRATO redundante”, del que soy autor y protagonista. Enmarcado por la ventanilla de EMERGENCIA de un autocar en marcha, vengo a decir:

AutoRetratoRedundante > https://vimeo.com/15881931> min. 01’51”
“Hace 30 años que vivo en Barcelona y no hablo catalan, pero lo entiendo. Limita mis posibilidades, lo sé, y eso es poco inteligente por mi parte. Todo mi entorno es catalono-parlante... amigos, pareja, familiares, compañeros de trabajo... pero sigo sin hablarlo. No me siento catalán, tampoco leonés, pero sí muy de Barcelona, más incluso que ellos, los de mi entorno catalano-parlante”.

Llegue a Barcelona desde Londres, donde viví más de 2 años (1973-75). En ese tiempo pude sentir lo que es ser y sentirse emigrante. Aproveché tanto como pude lo que la ciudad entonces ofrecía, que era muchísimo. Allí se me abrió el mundo y por ello estoy agradecido a la ciudad que entonces conocí, no porque fuese amable, todo lo contrario, sino porque era la ciudad más abierta y creativa del mundo.  

Ya en Barcelona [1975] la ciudad me acoge amablemente, si se puede decir así. Ya no era un emigrante sino un leonés que ha pasado por Londres, y eso se nota. Me hago socio del Ateneo barcelonés; me matriculo de catalán; comparto amistad con catalanistas que me enseñan el oficio de corrector tipográfico [en castellano]. En los ’80 y ‘90 formo parte activa de la cultura catalano-barcelonesa del vídeo. Dirijo la escuela de Vídeo-Cine-Tv, 3D y Multimedia del IDEP [Barcelona,1982-2008]. Viajo por España, Europa y Latinoamérica promocionando el vídeo catalán en nombre de la Generalitat: Mostra de Videos Realitzats a Barcelona a l’entorn de l’Art, la Mûsica i la Realitat, posteriormente Mostra de Videocreació de Catalunya [1982-1985]. Mi entorno socio-laboral es catalano-parlante, pero yo NO hablo catalán, aunque lo entiendo.

AutoRetratoRedundante > https://vimeo.com/15881931 > 02’39”
Aprender catalán es de inteligentes, es rentable y facilita la integración socio-laboral. Seguro. La propia palabra integración significa encajar en una sociedad a la que originariamente no perteneces. El problema es que yo, ahora, ya no quiero ser positivo, ni inteligente, ni rentable..., al menos en lo que a mis sentimientos se refiere. Lo quise en algún momento, pero la inercia de los sentimientos ha sido más fuerte que la razón.

Recurrentemente se me pregunta por qué no hablo catalán si, como pienso, sería positivo para mi integración socio-laboral y enriquecimiento personal. La pregunta me pone en un aprieto porque la respuesta no es del tipo: “no tengo tiempo y tampoco me apetece”, “estamos en España y aquí se habla español”, etc., etc. Y una respuesta más reflexiva y matizada dudo que al interlocutor le interese escuchar, así que le remito a mi personal “autoRETRATO Redundante”:

AutoRetratoRedundante > https://vimeo.com/15881931 > 03’15”
Y este sentimiento de emigrante, a la vez positivo y negativo, es lo que no deseo perder y reivindico como seña de identidad. Aquí llevo 30 años y me siento a gusto estando “al margen... o fuera de...”.  Me permite ser más libre, menos perteneciente a un grupo social, más independiente e individualista, con menos ataduras sociales y sentimentos de pertenencia. Pero también más sólo y desamparado. Mi bandera no es española, ni castellano-leonesa, ni catalana. Es la del individualismo “sin-bandera”, que defiende la INTEGRACIÓN para los demás, pero la rechaza para sí mismo.

Me siento orgulloso de haber compartido durante años conversación con personas que me hablan en catalán y a las que contesto en castellano, aunque ciertamente en otros muchos casos los interlocutores terminan adoptando el idioma común. Me entristece que esta anomalía en la que hasta hace poco me sentía cómodo vaya desapareciendo por razones de prestigio social del catalán en detrimento del castellano o español, y por lógica conveniencia del recién llegado que asume que su integración en Catalunya pasa por hablar catalán. Lengua que se acredita de cultura y progreso, y el castellano de emigración y subdesarrollo.

AutoRetratoRedundante > https://vimeo.com/15881931 > 04’15”
Por eso no hablo catalán, porque involuntariamente algo irracional dentro de mi me impide ser inteligente, práctico y rentable. Pero esta paradoja, un tanto esquizofrénica, la defiendo porque me alimenta creativamente, y me mantiene alejado de las posiciones cómodas y conservadoras que aporta la INTEGRACIÓN

A los destinatarios de aquella “Carta abierta…” del año 2005, tengo que decirles que si entonces me sentía “muy de Barcelona, más incluso que ellos, los de mi entorno catalano-parlante”, hoy les digo que ya no me siento barcelonés, porque no estoy cómodo en una ciudad que desde septiembre‘11 a cada paso recuerda mi anomalía como ciudadano de la cultura audiovisual barcelonesa que no habla catalán,  que para no significarse [en castellano] ha optado por un cierto autismo. Que intervenir en castellano en un contexto catalán empieza a ser/parecer “exótico”. Me lo recuerdan las banderas en los balcones y los debates en tv3. Me lo recuerda la sintonía de la prensa con el “pensamiento único convergente” que se ha instalado en la población, también en la de Barcelona. Más allá de mi anomalía que yo mismo he cultivado, como leonés no sintiéndome tal, pero sin dejar de serlo, y por extensión español, me entristece observar, sobre todo entre los jóvenes, que “hoy es más cool, más moderno  pero menos que mañana”, ser antiespañol en Catalunya, también en Barcelona.  

“Vine a Barcelona porque aquí -decían- había futuro, y lo he tenido”.

A Catalunya se la envidia como a todo aquello que se admira. Y es admiración lo que ha traído a Catalunya a tantísima gente de fuera porque intuía que su por-venir estaba más cerca de los Pirineos que del estrecho de Gibraltar. Catalunya, pese a lo que por interés o prejuicios se diga, es mayoritariamente admirada y envidiada en positivo por gran parte de los españoles. Incluso por aquellos que por despecho pudieron votar el desgraciado boicot del PP a Catalunya. Y digo por despecho porque sicológicamente mucho tiene que ver la decepción cuando aquello que se admira se cree/muestra superior. No estaría de más saber cuántos anticatalanes hay en las peñas y entre los seguidores del Barça en el resto de España, y cuántos familiares de los que residen en Catalunya son anticatalanes. El eslogan España no nos quiere lanzado desde el epicentro del “pensamiento único convergente”, es un dardo envenenado que está pudriendo todo el entramado de afectos tejidos durante todos estos años.

La incomprensión de los españoles frente al idioma catalán es fruto de inercias culturales sin resolver. Catalunya, por su condición de territorio de cultura y progreso, más que esperar comprensión incondicional por parte de los otros españoles, tiene la responsabilidad de contaminar España de “catalanidad”, y de cultivar la españolidad que ya forma parte, se quiera o no, del ADN catalán. Remarcar la diferencia entre próximos como objetivo identitario prioritario lleva irreversiblemente a la confrontación de sentimientos compartidos, de afectos individuales, y de intereses económicos comunes. El liderazgo que le corresponde a Catalunya lo tiene que ejercer desde la comprensión y el entendimiento, no desde la permanente reivindicación ostentosa de su superioridad cultural y económica.   
Por supuesto el problema es económico primero y político después, o viceversa, en todo caso derivado de la crisis, pero hay que descender a los sentimientos para entender los desencuentros. Me sorprendo cuando algún catalán me dice que en el resto de España se vive mejor que en Catalunya, con el dinero de sus impuestos. Puede que sí, pero dudo que ningún catalán añore, si eso fuese posible, no haber nacido en uno de esos territorios tan envidiados por su calidad de vida y de donde los jóvenes tuvieron que emigrar a zonas de progreso en busca de oportunidades. En cuanto a los 15.000 millones, o los que sean, hay que recordar que desde la transición los gobiernos socialistas lo han sido gracias al importante apoyo en las urnas de los votantes catalanes. Y socialismo significa -todavía- favorecer y apostar por una cierta redistribución de la riqueza, para lo contrario ya se valen y sobran los conservadores.

Todo norte tiene su sur. Es admirable el espíritu solidario de los catalanes que se expresa en las maratones de tv3. Pero se hecha en falta solidaridad menos mediática en estos tiempos que los egoísmos se desbocan y los prósperos “nortes” geográficos de Europa y de España reniegan de los indolentes “sures”. Padecemos “crisis crónica de comprensión intelectual”, y humana, para  ponerse en el lugar del otro, o los otros, y entender que habíamos de pasar por este u otro batacazo. El adrenalítico y fantástico triple salto mortal de la España va bien que casi nadie se quiso perder tenía que terminar, como así a sido, en cuidados intensivos. La purga rehabilitadora será dura pero ayudará a rebajar la borrachera de suficiencia con la que nos han y nos hemos administrado.

En abstracto no estoy a favor ni en contra de la independencia de Catalunya. No votaría llegado el caso. Pero sí critico las acciones y omisiones que han llevado a este callejón sin salida, por interesada dejación y mayúscula torpeza del PP [e ingenuo buenismo del PSOE], y por experimentada e inteligente utilización perversa de la retórica del victimismo de los nacionalistas catalanes, con apoyo indisimulado de los media. Pero tanto si triunfa como si fracasa la secesión lo importante es que la ruptura ya se ha producido. A partir de ahora la convivencia entre catalanes y españoles será cada vez más difícil. Puede que no haya ruptura legal pero el divorcio ya existe de facto, la separación legal ya veremos. Llegados a este punto quizás fuese lo mejor.

Como ciudadano que vive en Barcelona y que acepta su incómoda anomalía, en la hipótesis de una Catalunya independiente seguiré viviendo y pagando mis impuestos en Catalunya, pero no me nacionalizaré catalán. Seguiré como emigrante-de-hecho, leonés y español sin sentirlo ni merecerlo, pero me hubiese gustado seguir siendo de aquella Barcelona sin banderas en la que me sentía cómodo en mi voluntaria anomalía.    


Julián Alvarez. Barcelona, diciembre 2013

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